La actividad que proponemos para un conocimiento integral de la isla es el senderismo, caminar por Lobos por los senderos habilitados para ello y palpar la historia en cada paso.
Si podemos llevar una bicicleta de montaña y hacer el recorrido algo más rápido. El firme es de tierra, pedregoso en algunos tramos y arenoso en otros, pero fácil de realizar en líneas generales.
Desembarcando en el pequeño espigón del muelle de Isla de Lobos, tenemos la sensación de llegar a un lugar inhóspito y de escasa posibilidad de vida humana. Al avanzar fuera del muelle, unos bancos unas sombras marcan nuestra entrada en esta pequeña isla. También vemos unas esculturas de lobos Marinos (foca monje) a tamaño real recreándonos la presencia antigua de estos animales. Al lado tenemos el busto de Josefina Plá, poetisa y escritora nacida en Isla de Lobos, que nos indica la no tan lejana vida humana en el islote.
Miramos el mapa de Isla de Lobos para decidir en que sentido vamos a realizar el sendero, que es circular v da vuelta a la isla. Recorrerlo en un sentido o en el otro es nuestra decisión personal, no variando ni la dificultad ni la perceptibilidad de las singularidades de la isla.
Primero, este sentido nos permite reservar la comida en el restaurante de El Puertito, segundo dejamos para el final el baño en las cristalinas aguas de la Playa de La Concha.
El centro que podernos visitar y hacernos una idea de la isla con sus paneles interiores. Caminamos por el sendero en dirección a las casas de El Puertito. Lo atravesamos por su parte sur, por callejuelas estrechas entre chozas de piedra y cemento. Pasamos delante del mostrador del Restaurante ‘Antoñito el Farero’, para seguir hacia delante observando esas lagunas interiores donde llegan los pescadores con la pesca del día y que ahí mismo limpian el pescado dejando un enjambre de gaviotas pululando en torno a los restos de pescado.
Dejando atrás a sus risueños habitantes para empezar un sendero algo pedregoso y salino. A pocos metros tenemos una bifurcación. Realmente la diferencia en metros entre un camino y el otro no es importante, y terminan en 700 metros en el mismo punto. Si tomamos el sendero de la derecha, hacia el noreste, vamos a aproximarnos a la costa de la isla, bordeando la Atalaya Grande y llegando a Las Lagunitas por el sureste. Si tornamos el sendero de la izquierda vamos a pasar por un antiguo horno de cal de gran dimensión, para luego llegar a Las Lagunitas.
En la unión de estas dos veredas en tramos en el saladar de Las Lagunitas, además de lagunas que crecen en tamaño con las pleamares y se reducen con las bajamares, dejando estas comunidades vegetales en un intermitente margullado que solo ellas son capaces de soportar. Los vegetales que viven aqui soportan inmersiones y esa salinidad son los llamados salados (Sarcocornia sp., Artrocnemun sp.) (Limonium sp) una de ellas es una planta exclusiva de este saladar y por tanto de esta Isla de Lobos. La Siempreviva de Lobos (Limonium ovalifolium canariense) Es una especie única y relegada a esta esquina del mundo que debemos proteger con el máximo tesón y un especial cariño.
La vereda atraviesa el saladar en dirección norte, finalizando el tramo con una ligera ascensión junto a una calera. Una vez arriba, debemos echar una mirada atrás para contemplar el saladar en su totalidad.
Continuamos con la dirección norte por una vereda de jable, un trayecto pesado de transitar por lo blanda de esta arena blanca al pisarla y que nos parece más propia del desierto sahariano que de islas oceánicas. En unos metros pasamos sobre un canal empedrado que si nos desviamos al este, sobre él, nos llevará al mayor aljibe de la isla. Este canal se empedró para que se generara escorrentía del agua de lluvia y así poder almacenarla, un líquido muy valioso en esta isla sin agua dulce.
El paseo sobre la arena y con el horizonte interrumpido por diversos montículos basálticos avanzamos hacia el norte. Llegamos a una zona de construcciones abandonadas, la Hoya del Cagadero, un lugar donde se empezó a construir el centro de operaciones del Jardín Botánico del Desierto. Un proyecto de finales de los años sesenta que finalmente se abandonó, dejando su huella en la isla. Si nos fijamos con detalle, hay corrales de muros de piedra seca, canales de captación de agua de la escorrentía e incluso orificios de balas en las paredes de las chozas. Balas que seguramente fueron disparadas con los ejercicios de maniobras de campo de la legión que estuvo instalada durante muchos años en Fuerteventura
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